miércoles, 10 de noviembre de 2010

GRAN PREMIO INTERNACIONAL LUMIER

José Respaldiza Rojas

Filiberto Vela cursaba el quinto año de primaria, en general era un buen alumno sin mucho destacar, pero tampoco era chancón. A su cuerpo le faltaba aún crecer y como que le quería despertar el desarrollo. Buscaba con pasión revistas y periódicos para recortar las fotografías que aparecían, luego con un poco de engrudo las pegaba en hojas. Era su colección de fotos, si porque su pasión era esa, la fotografía.

- Fili, mira hay un buen futbolista.

- A ver, enseña.

- Mira salió a media página a colores y es nuestro paisano.

- Pero es una foto dibujada.

- Y eso ¿qué?

- Es que yo junto puras fotos.

Su familia vivía del comercio, compraba y vendía plátanos, lo cual no dejaba mucha ganancia. Ahora aprendieron a freír pajuro, que es una leguminosa que da sus frutos en árboles y junto con rodajas de plátano frito, lo vendían en bolsitas. Ese agregado aumentaba un poco sus ganancias más aún era muy poco, por eso no se afincaba en ningún lugar, esa calidad de trashumante le permitió a Filiberto conocer muchos rincones amazónicos.

Casi nunca daba se segundo apellido porque entonces se convertía en blanco de las bromas:

- ¿Qué ves, Filiberto?

- No veo nada.

- ¿Cómo no ves?

- ¿Qué veo?

- Ve la reina – y se desternillaban de risa.

Si, claro, eso era por su segundo apellido: Filiberto Vela Reyna. A veces deseaba cambiarse de apellidos, mas luego se zambullía en su pasión olvidándose de penas y pesares. Un buen día caminando vio que un vendedor de baratijas ofrecía una máquina fotográfica de cajón, de esas antiguas, que estaba muy bien cuidada, vale decir, que se podía fotografiar. Dudó y al preguntar por su precio se dio cuenta que era una ganga, baratísima. Corrió hacia su casa en busca de dinero, lo contó dándose cuenta que no le alcanzaba, entonces seleccionó objetos para ver si le aceptaban un canje.

- Señor ¿con esto lo puedo canjear? – preguntó ingenuo.

- ¿Qué traes?

- Mi vieja honda, mi colección de bolas.

- Mira hijo, por tu honda te doy cinco centavos, por tus bolas te doy veinte centavos.

- ¿Tan poco? – dijo Filiberto.

- Mejor trae algo que valga la pena.

- Es que ya no tengo más.

1

- Y tu ¿quieres la cámara?

- !!SI¡¡

- Dame la casaca de cuero que traes puesta – le dijo como para desanimarlo.

- Está bien – sentenció Filiberto sacándose su casaca.

El vendedor de chucherías, asombrado, no le quedó otra cosa que aceptársela y darle la tan anhelada cámara. Con su rostro lleno de alegría retornó a su casa. Al transcurrir tres días su padre efectuó la pregunta que él tanto temía:

- ¿Dónde está tu casaca? ¿No la veo?

- ¿Cuál casaca? – repreguntó para ganar tiempo.

- La de cuero.

Había ensayado una serie de respuestas pero en ese momento sólo logró decir:

- Se me perdió.

Su cuerpo soportó la paliza que le dio su papá, esa casaca se la compraron con parte de las sobre ganancias de seis meses y él, con todo desparpajo dice: se me perdió. Ahora restaba comprar un rollo y que alguien le explicase su manejo.

Luego de pasar medio año ya sabía contener la respiración para que las fotos no salieran movidas, también manejaba correctamente el Asa y el Din. Al terminar el año pasó con las justas a la educación secundaria mas también pasó a comprender que debería aprender a revelar las fotos que tomaba si quería ahorrar algo. Por eso ingresó como operario en un taller de fotografía, allí conoció el uso del líquido revelador, de líquido fijador, supo de la existencia de distintos tipos de rollos así como diversos tipos de papel.

Ya en quinto de media alguna de sus fotografías aparecieron en el periódico de la localidad. Eso le aportó algún dinerillo y el comienzo de su fama. Ahora apuntaban raleados pelillos bajo la nariz que anunciaban la próxima aparición de los juveniles bigotes y ahora apuntaba a ganar el premio Lumier a la mejor fotografía. Él conocía de memoria las bases. Los participantes eran de todo el mundo, por eso el tema tenía que ser algo espectacular.

Recorrió todos los rincones imaginables y no hallaba algo que valiera la pena y el tiempo pasaba. En eso alguien le dio un texto escrito por el profesor Salazar, Jumbilla, pueblo acogedor. Lo leyó con algo de desgano, mas en la medida que pasaba sus páginas su rostro empezó a mostrar un júbilo singular.

Como se lo aconsejaron, se procuró un trípode. Manejaba a la perfección el fotómetro. Entonces habló con sus profesores para que le adelantaran el examen final. Algunos, a sabiendas de lo que él buscaba, lo ayudaron aceptando su petición. Tenía con nota en azul la mitad de los cursos, bueno ya encontraría como sortear ese escollo. Buscó una mochila, metió lo imprescindible, algunos alimentos no perecibles como galletas y salió en busca de su objetivo. Partió sin despedirse de nadie.

2

Pasó un mes y no se sabía nada de el. Al segundo mes, sus padres y sus compañeros empezaron a preocuparse. Preguntaron si lo habían visto, pero nada. Sus compañeros le pidieron a sus padres que les permitieran ingresar a su cuarto. Ellos aceptaron. Al revisar sus cosas hallaron fotos inéditas, muy interesantes. Una libretita con sus anotaciones, pero nada mas. Ya se iban a retirar cuando uno de ellos vio una hojitas de papel bond impresas que llevaba por título precisamente Jumbilla, pueblo acogedor del profesor Salazar. Notaron que en la última página, en el borde inferior, aparecía su dirección y su número telefónico.

Lo llamaron para preguntarle si Filiberto había conversado con él, pero respondió que no y que ni siquiera lo conocía.

- Aló ¿Por qué me peguntan todo eso?

- Es que encontramos su trabajo describiendo Jumbilla.

Ellos le explicaron qué buscaba Filiberto, entonces el profesor pidió por favor que lo esperaran, iba a buscar esa separata y luego juntos leyeron en voz alta dicho trabajito y casi al terminar el profesor Salazar dijo:

- Ya se donde está.

- ¿Dónde?

- En Jumbilla, allí hay que buscarlo.

Un grupo de cinco alumnos y el papá partieron rumbo a Jumbilla, el profesor Salazar se les sumó. El pueblito era pintoresco, hermoso y carismático, muy tranquilo, silencioso y acogedor. Es un lugar aislado que se llega a él por carretera carrozable bastante descuidada. Al llegar buscaron a la señora Tafur y les dijeron que ella había fallecido.

- ¿Y su casa?

- Está abandonada.

- ¿Podemos ir a su casa?

- Bueno, los puedo guiar – dijo un vecino.

Cruzaron su plaza principal con veredas a desnivel carente de árboles, pero repleta de flores comunes y otras raras. Frente a la casa, empujaron la puerta notándola abierta, claro que sucia, en su interior el polvo indicaba que estaba inhabitada desde hace mucho tiempo. Pasaron, buscaron por todas las habitaciones, pero solo encontraban desolación, telarañas. Entonces pasaron al jardín y....nada.

El trípode, frente a una planta rara, aún sostenía una cámara, a un costado habían restos de ropa de hombre, rotas; dos zapatos machucados pero nada mas. Mas allá, una mochila conteniendo rollos, un fotómetro, ropa interior usada y otras limpias. No cabía duda alguna, era la mochila de Filiberto, pero Filiberto no aparecía por ningún lado. Desmontaron la cámara, sacaron el trípode, recogieron la mochila y partieron de regreso.

Ya de vuelta al barrio, todos se preguntaban qué le había pasado a Filiberto. Acordaron llevar a revelar el rollo, hecho que demoró cuatro días y al ver la foto todos se horrorizaron. En ella se veía nada menos que a Filiberto en el preciso instante en que la planta misha le devoraba el brazo izquierdo mientras una boa le sujetaba los pies, en una pelea por ver quién se quedaba con la presa. La foto fue tomada con el disparador automático.

Todo hacia presumir que absorto por lograr una buena toma no se percató que una boa hambrienta se deslizaba a donde estaba él. Al voltear, la misha aprovechó para succionarle el brazo. Filiberto quedó en medio del sánguche. Sus gritos de dolor y espanto no los escuchó nadie, pues nadie habitaba la casa.

El profesor Salazar explicó que misha es una misteriosa planta carnívora que crece en lugares inhóspitos y de difícil acceso, que suele atraer a ovejas atrapándolas, las suspende en los bordes de los precipicios impidiendo que se escapen. Hay sorprendentes relatos sobre su voracidad, algunos ambientados en el agreste cerro Mollena. Se sabe que, curada por los entendidos, se acostumbra bien en los jardines domésticos y que una de ellas estaba precisamente en la casa de la señora Tafur.

- Profesor, las plantas carnívoras son pequeñas y se alimentan de moscas y otros insectos, una planta, grande, así, no existe.

- En casi toda la Amazonía hay pobladores que afirman que si las hay. Esta es la primera vez que han logrado fotografiarla en su afán de alimentarse.

Todos acordaron participar en el concurso Lumier representado a Filiberto. Ampliaron la foto, le adjuntaron las historias que se cuenta de la famosa misha, y a esperar se ha dicho.

El director y los profesores acordaron aprobar todos los cursos de Filiberto y dar por concluida su educación secundaria.. A los tres meses llegó un sobre que contenía una carta indicando el triunfo de Filiberto, siempre y cuando esa planta existiera porque temían que tan solo fuera una foto montaje. Así que una delegación llegaría para ir a Jumbilla.

El Comité de Recepción que se nombró y que incluía a los delegados extranjeros, salieron rumbo a Jumbilla, pero a llegar se dieron con la sorpresa que las autoridades habían matado dicha planta por ser muy peligrosa.

Entonces ¿qué hacer? La famosa planta misha no existía, tampoco existía Filiberto. Copiaron al pie de la letra la declaración de vecinos y autoridades, en una especie de Acta de la Verdad, indicando la veracidad de todo lo referido.

Estimados lectores si no creen lo que acaban de leer, vayan al Departamento de Amazonas, visiten Jumbilla y verán que la autoridad de ese lugar, declaró ciudadano honorífico a Filiberto Vela Reyna, por el premio recibido y por tal hazaña. Si sus dudas persisten, viajen a Rioja donde el profesor Salazar puede dar fe de la autenticidad de lo narrado, pues hace poco fue galardonado, por su férrea defensa de los valores amazónicos, con el prestigioso premio Paucar 2007.

No hay comentarios:

Publicar un comentario