miércoles, 10 de noviembre de 2010

IN MEMORIAM: GILMER ALIAGA REYNA

Por: Magister William Chávez Gil.

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El martes 18 de mayo del 2010, en el Centro de Salud de Sucre, sufrió un ataque que su corazón no pudo resistir. A todos los que lo conocimos nos ha inundado una profunda tristeza.

Será difícil acostumbrarnos a la idea de vivir sin su acostumbrada y cálida conversación, ni escuchar sus anécdotas.

Gilmer Aliaga fue el tercer hijo varón de don Leoncio Aliaga y Francisca Reyna, desde muy joven abrazó la carrera militar, alcanzando el grado de Comandante de la Policía Nacional.

Alegre, bonachón de una sencillez irreductible, pero sobre todo bromista así fue el Comandante Aliaga; cuya muerte fue sentida con espantosa brusquedad y tan conmovedora por los pueblos de Celendín, José Gálvez y Sucre que lloran en común.

Conversador, su carrera militar, como su vida civil están empedradas de creativas, coruscantes y reflexivas anécdotas. Para recordarlo hemos escogido la siguiente anécdota.

MI PONCHO PANCHA

Esmerado en regalarle a sus padres todas las satisfacciones posibles de este mundo terrenal don Gilmer pensó alagar a sus progenitores don Leoncio y doña Francisca con un paseo Sucre – Cajamarca – Lima, el tramo Sucre Cajamarca lo realizó en automóvil y el siguiente lo hizo por vía aérea en la línea de Aéreo Perú.

Los septuagenarios padres del entonces Mayor de la policía ocupaban el asiento posterior del auto y por ratos algo somnolientos entablaban conversación con frases coloquiales de las cuales el hijo estaba atento, especialmente fijó su atención en aquella pregunta que su padre reformulaba persistente a su madre.

Al llegar al lugar de la Loma del Indio don Leoncio fue más enfático y la permanente pregunta sonó más fuerte: Pancha qué me olvidaré, esta vez también doña Francisca con pasmosa tranquilidad le contestó “nada Leoncio”. El auto de color verde botella al igual que el uniforme del oficial, subía jadeante la áspera carretera que a esa hora de la madrugada aún conservaba el relente de la noche serena.

El auto con sus honorables viajeros estaba por llegar al final de su viaje pero la pregunta que inquietó durante todo el trayecto a doña Pancha parecía no querer apartarse de los labios de don Leoncio; mientras tanto el oficial ardía de curiosidad por saber el corolario o la respuesta de esa cien veces formulada pregunta.

En la ciudad de Cajamarca, el chofer direccionó el auto hacia el aeropuerto de esa ciudad para que los pasajeros puedan continuar su viaje a Lima.

¿No quieres un cafecito papá? -preguntó obsequioso don Gilmer- mientras, hacendosamente le aseguraba el pañolón y alisándole la blanca cabellera de su madre.

Don Leoncio no respondió al ofrecimiento, porque pensamientos de que algo, sin saber que, se lo impedían.

Desde los parlantes prendidos en las paredes de la oficina del aeropuerto se escuchó una voz melódica y angelical que decía: “A los pasajeros que viajan con destino a la cuidad de Lima y Trujillo sírvase abordar el avión” el llamado de la invisible y primorosa mujer de voz melódica y primaveral se escuchó 2 ó 3 veces más a través de los parlantes de plomo plata. El oficial Gilmer Aliaga de uniforme, tomó el ligero traste, dijo a sus viejos que tomarían el avión, los 3 se dirigieron a la nave distante unos 30 metros de las oficinas.

Como Francisca parecía embobada al ver el avión aparcado en la pista de aterrizaje listo para decolar, en cambio su esposo confundido hacía esfuerzos por encontrar respuesta a esa pregunta con la que martillaba a su mujer.

Encontrábase al pie de la escalerilla del avión cuando don Leoncio le formuló la pregunta a su señora de este modo: Pancha por última vez, ¿Qué me olvidaré?.

Su mujer sin perder la paciencia le contestó: nada Leon…

Pero don Leoncio, que en ese momento recordó con esplendidez como si un cielo encapotado de pronto se abriera por el sol radiante, gritó descontrolado: “MI PONCHO CARAJO”.

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