viernes, 4 de diciembre de 2009

Pluma de la altura


LA QUINUILLA Y OTROS ANEXOS DEL DISTRITO SUCRE EN LAS ETAPAS DE LA HISTORIA.

(SEGUNDA PARTE)

Escribe: Secundino Silva Urquía.

Email: ssilvaurquia@gmail.com

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-Etapa del Incanato.

Es sabido que la conquista de la zona por los Incas, luego de cruentas luchas con los “caxamalcas”o “caxamarcas”, continuó con la conquista de los “chachapuyas”, hasta aproximadamente el año 1470 de la era cristiana, en el que fueron sometidos por las tropas del Inca Túpac Yupanqui. Estas guerras deben haber causado grandes conmociones, muertes, apresamientos, éxodos y huídas en las colectividades que habitaban la zona del ámbito rural de lo que hoy es el distrito de Sucre; así como en otras de los alrededores. Sin embargo, los pocos que deben haber quedado paulatinamente se tuvieron que adaptar a los designios y leyes de sus nuevos soberanos y gobernantes. Este razonamiento y afirmación, tiene sustento para los pueblos que habitaban el ámbito rural del distrito de Sucre, ya que existen notorias huellas de un camino Inca, parte del Capaq ñan del Chinchaysuyo, que va desde La Lechuga, por Sumbat, Muñuño, La Artesa, Cantange hasta que por algún lugar debe haber cruzado el río Marañón en dirección al oriente. La serpenteante huella de este camino va por la margen izquierda del río Cajapotrero y es vista en su mayor dimensión desde el camino que va hacia el caserío de Cajén, a la altura del fundo de propiedad del Prof. Octavio Reyna R. Algunos estudiosos han seguido las huellas de la red de caminos inca en otras provincias y distritos de Cajamarca, detectando a otro en Cauday (Cajabamba); el mismo que cruza al río Crisnejas, remontando hacia Chancay; pasa por el distrito de Ichocán, luego por San Marcos y Namora. Es probable que en San Marcos se haya empalmado con el camino que desde La Lechuga, avanza por Güanico y La Pauca. Este gran camino que atraviesa Cajamarca de sur a norte, sale por la zona de Bellavista y bordea la laguna estacional de Sulloscocha, donde entre los sembríos aún son visibles las bases de piedra de lo que fueran los muros laterales del tramo que se dirige hacia Los Baños del Inca y Cajamarca, cruzando el valle del río Mashcón en dirección al puente de piedra natural Rumichaca, cercano a la actual Granja Porcón. Por el medio de más de diez mil hectáreas de pinos y pajonales, el Capaq Ñan continua hacia Ingatambo, en la provincia de San Pablo, donde se pueden apreciar las ruinas de un tambo inca. De aquí se remonta hacia el noreste en dirección a las termales de Chancay, pasando por la quebrada “Hueco del Inca” y la antigua hacienda de Quilcate (1); pasa por Chota y Jaén, cruzando varias veces al río Huancabamba llega a Ayabaca y desde aquí avanza en dirección al Ecuador.

Algunos restos del Cápacñan del Chinchaysuyo a su paso por Cajamarca.

Menos de setenta años después de la conquista de “los chachapuyas” por los Incas, los españoles llegaron a la actualmente denominada Cajamarca, capturando al Inca Atahualpa el 16 de noviembre de 1532. La consecuente caída del Imperio Incaico, debe haber significado otra catástrofe para las diezmadas colectividades asentadas en las zonas rurales. La relativa cercanía al lugar de los sangrientos e históricos sucesos de Cajamarca, seguramente les permitió enterarse de los mismos a pocos días, tal vez al día siguiente o al tercer día como máximo. Es de seguro que estos hechos y las consecuentes noticias sobre el armamento y la fiereza de los barbudos españoles causaron tal susto y aterradora confusión, que muchos indígenas habrían optado por el suicidio o la huida ante la captura y muerte del Inca, como lo relatarían los propios conquistadores y cronistas españoles. Finalmente el camuflaje o la destrucción de sus viviendas y fortificaciones, fueron seguramente algunas de las últimas actividades que llevaron a cabo los pocos indígenas de la zona; para luego abandonarlas definitivamente y emprender la migración o fuga hacia lugares más seguros como los que hay en la selva, en los que es muy probable que sobrevivieron.

Recuerdo de niño haber escuchado a algunas personas mayores, entre ellas a mi abuela materna Sofía Sánchez Díaz, comentar al referirse a estos restos, más o menos en los siguientes términos: “Dicen que los gentiles, cuando supieron de la llegada de los españoles y vieron que la vida ya les era insostenible, entonces enterraron sus cosas y sus casas. Lo que ya no pudieron enterrarlo lo rompieron para no dejar nada que sirviera; luego se mataron y algunos se mandaron a otros lugares muy lejanos”. Como para creer en esto en 1968 vi como Don Julio Alvarado Urquía, desenterraba de aproximadamente 1.80 metros de profundidad, en la planicie de “El Velo”, una hermosa roca arenisca de aproximadamente 1.50 metros de diámetro, perfectamente plana por una de sus caras y con un pequeño hoyo en la misma, labrada y perforada a todas luces por manos humanas. Don Julio Alvarado U, valiéndose de una rastra de madera rolliza jalada por una junta de robustos bueyes, trasladó la roca hasta La Quinuilla. Allí por su forma, peso y tamaño, permanece de batán en la casa del Sr. Leonidas Chávez Carranza.

- Etapa del Virreinato.-


No se descarta que parte de la población de finales de la etapa incaica, sobre todo la más joven haya sido obligada por los españoles a ir como esclavos a trabajar en los llamados obrajes y centros de explotación minera. Se sabe que esta sobreexplotación fue la causa principal de la drástica disminución de la población indígena en las primeras décadas del virreinato.

Pero también es muy probable que durante la época del Virreinato, los terrenos de lo que hoy es el caserío La Quinuilla, hayan sido parte de las Reparticiones y Encomiendas, que la corona española dio a los conquistadores como premio. De la siniestra vigencia de esta modalidad española de usurpación y explotación no escaparon ni tierras ni aborígenes porque Cajamarca y sus alrededores fueron los primeros lugares dónde muchos de los primeros españoles se asentaron.

Al revisar la Historia de Celendín, en el período de la colonia, encontramos que los textos son un tanto centralistas o localistas; es decir que refieren en gran parte solo la historia de la ciudad capital, menciona que ya en esta etapa se habían establecido haciendas españolas en la que hoy es la provincia de Celendín, una de ellas era la Hacienda de San Hernando de Llamadín. Textualmente refiere que la campiña donde hoy se asienta la ciudad capital de la provincia de Celendín, era un lugar: “a modo de puerto, donde pernoctaban los viajeros que venían de Cajamarca de paso hacia Chachapoyas”.

Refiere también que “el día 12 de julio de 1782, de paso al oriente, el Obispo de Trujillo, Monseñor Jaime Baltasar Martínez de Compañón, visitó Zelendín; y allí se dio cuenta que los españoles, portugueses y oriundos, vivían esparcidos en todo el ámbito de las tierras Zelendinas, hecho que causó mucha preocupación a su ilustrísima y aprovechando que la gente se había reunido para saludarlo y participar en la Santa Misa, les sugirió que deberían construir una población en la pampa de Zelendín, que deberían comprarla formando una bolsa común entre todos los vecinos”.

Más adelante el relato menciona:Posteriormente se hace la tasación de la hacienda de Zelendín realizándose la Linderación y Tasación y Remate:

En 1802, antes que se entregue oficialmente las tierras, se hizo el reparto de todas las tierras compradas en proporción al aporte monetario de cada vecino:

a) Reparto de solares, dentro de cada manzana, de la urbanización; cada una de 50 varas de fondo por 25 de frente…

d) Reparto de tierras de pan llevar, en Llanguate, en solares de 100 por 50 varas y.
e) Reparto de potreros, jalcas, montes, pastos, abrevaderos.”

Los dos últimos párrafos nos sugieren que la hacienda de Zelendín tenía gran extensión, pero no podemos afirmar que abarcaba hasta las mal denominadas “jalcas” que hoy ocupan los anexos de Sucre, sino tal vez se refería a las de otras zonas como Pallán, Chalán, Molinopampa, Jelic, etc.

El escritor sucrense Nazario Chávez Aliaga, las primeras páginas de su libro ya antes mencionado hace referencia a que fueron los sacerdotes jesuitas de “La Compañía de Jesús”, liderados por Fray Francisco de Huerta Gutiérrez los que deben haber ostentado la propiedad de los terrenos de la campiña que hoy ocupan los distritos de Sucre y José Gálvez, hasta las últimas décadas del siglo XVIII, ya que en el 27 de febrero de 1767, el Rey Carlos III, expidió la Real Pragmática Sanción con la que se ordenaba perseguir a los Jesuitas , confiscar sus bienes y expulsarlos de América.

De igual manera no podemos afirmar que los terrenos actualmente ocupados por los anexos de Sucre, hayan sido controlados por los Jesuitas, en tiempos de La colonia; pero por lo menos sabemos que los primeros españoles, portugueses y oriundos, que llegaron y se establecieron en lo que hoy es la provincia de Celendín, José Gálvez y Sucre, han estado cerca de estos y tal vez los hayan pisado o visitado esporádicamente. Lo cierto y seguro es que varias décadas más tarde esas tierras fueron ocupadas por sus descendientes los de apellidos: Aliaga, Collantes, Chávez, Díaz, Sánchez, Silva, Torres, Collantes, Machuca, Malaver, Mendo, Yupanqui, Urquía, Zegarra, etc; de quienes van pasando su vida en estos pueblos por lo menos cinco generaciones descendientes.

- Etapa de la República.


Desde la segunda mitad del siglo XIX (Años de 1800 al 1900), los terrenos de la zona eran mayormente bosques con algunas áreas descubiertas en las que crecían pastos naturales, por esto eran eventuales potreros del ganado de los nacientes terratenientes de la época; pues debemos tener en cuenta que luego de 1824 año en el que se selló la independencia del Perú, el concepto de posesión y propiedad de las tierras de poca fertilidad y acceso al agua, tuvo que variar. Esta es la razón por la que los entonces poderosos hacendados empezaron a considerarlas como potenciales áreas de expansión para sus haciendas, no era fácil que las personas reclamaran individualmente posesión ni menos propiedad porque los hacendados tenían mucho poder. Pero de modo paralelo el crecimiento poblacional de la villa El Huauco y el cada vez más difícil acceso a la propiedad de las tierras de su campiña, inquietaba a los jóvenes o ciudadanos con vocación de agricultores y muchos de ellos empezaron a ver en las tierras comunales de lo equivocadamente empezaron a llamar “La jalca”, un factor de oportunidad para trabajar y buscar su crecimiento familiar. Así fue como a partir de las últimas décadas del siglo XIX, algunos “huauqueños” empiezan a emigrar de la ciudad hacia el ámbito rural.

Los Testimonios de Marciano Marín Mendo (84) y de Silvestre Mendo Carranza dan fe de hechos contados por sus abuelos y padres, acerca de las disputa de los terrenos que actualmente conforman varios anexos del distrito de Sucre, entre Manuel Cacho Gálvez entonces dueño de la hacienda Polloc y los García Zelada de la hacienda Cantange: El primero reclamaba jurisdicción hasta lo que actualmente es el caserío de Santa Rosa y los segundos hasta lo que hasta hoy es Vigaspampa. Esta disputa se inició en los últimos años del siglo XIX y se prolongó hasta la primero década del siglo XX.

Una tercera parte se sumó entonces a la disputa, reclamando los terrenos como suyos e intangibles: “Las Comunidades del Huauco”. Con esta conveniente personería y la ventaja de que como comuneros ya venían usufructuando de dichas áreas, con el pastoreo de su ganado, la extracción de madera para construir sus casas y la siembra de algunas chacras aisladas; se enfrentaron con coraje a las pretensiones de los hacendados. Entre estos comuneros, resaltó la figura del Mercedes Mendo Cabanillas y su cónyuge Dorotea Urquía Zelada, quienes participaron activamente en choques decisivos con el hacendado Manuel Cacho Gálvez, uno en la “Loma del Indio” y el último en lo que hoy es “La conga del sumidero”, en la entrada oeste del pueblo La Quinuilla; cuentan que allí Doña Dorotea Urquía Z., haciendo caso omiso a las amenazas del acaballado y bien armado terrateniente, se abrió paso desafiante entre los pocos comuneros, se colocó frente a el y le espetó la firme decisión de que “ella y su gente no le temían y que solo muertos serían sacados de esas tierras”. El hacendado enfurecido se retiró con sus lugartenientes, al ver la suicida determinación de los comuneros. Posteriormente emprendió la lucha judicial con las “comunidades del Huauco”, valiéndose de sus influencias económicas y políticas. La actitud tesonera de los comuneros, que no le dieron tregua ni siquiera en ese campo más los propios cálculos políticos del hacendado, hicieron que el litigio se resolviera a favor de los primeros. Pues, efectivamente años más tarde su hijo Manuel Cacho Souza estableció buenas relaciones con algunos sucrenses, se hizo devoto de San Isidro Labrador y como tal llegó a obsequiar a la comuna sucrense, el Fundo “El Sauco”. Fue así el devenir de los hechos, al punto que Manuel Cacho Souza resultó elegido dos veces parlamentario por Cajamarca con la suma de los votos de los sucrenses de entonces, llegando a ocupar incluso el cargo de Vicepresidente del Congreso de la República. Se sabe que como tal visitó la ciudad de Sucre en 1951.

_Nazario Chávez Aliaga, en el acápite: “DESLINDE DE SUCRE CON LA HACIENDA POLLOC de su ya mencionado libro, se refiere a los hechos antes comentados, sin precisar lugares ni personas, aunque si resalta de muy buena manera la figura del extinto hacendado Manuel Cacho Gálvez y la de su hijo Manuel Cacho Souza. Señala el año de 1899 como el que marca el inicio de aproximadamente diez años de disputa judicial por las tierras que se encontraban en la divisoria de hacienda Polloc, Hacienda Cantange y El Huauco-.

Los quinuillanos y nietos de Dorotea Urquía Z. Marciano Marín Mendo y Silvestre Mendo Carranza, refieren con precisión que entre 1971y 1972 se parcelaron los últimos terrenos de la comunidad de Quinuilla. La decisión colectiva para este hecho fue justamente la construcción en ese año de la carretera Cruzconga – La Quinuilla, por la que los terrenos comunales adquirieron mayor valor y la mejor medida para evitar la concentración de mayores áreas en pocas familias, fue sin duda la repartición equitativa entre los ciudadanos de entonces.

Existen muchos testimonios que confirman el gran potencial humano que ha tenido Sucre (Antes El Huauco) desde siempre en su ámbito rural. Nuestro homenaje imperecedero a Hipólito Malaver Calla y otros que en Guangazanga (hoy El Porvenir) se jugaron el pellejo para proteger a Ciro Alegría Bazán, uno de nuestros más célebres escritores, es obvio que sin su heroísmo los peruanos no hubiéramos tenido la satisfacción de leer “La serpiente de oro”, “el mundo es ancho y ajeno” y otras hermosas obras del laureado escritor. Asimismo, a ese puñado de hombres y mujeres defendieron valientemente en “La conga del sumidero”, ingreso al caserío La Quinuilla, los linderos de lo que posteriormente fue y es nuestro distrito. Por eso, con una visión diferente del mismo, creo necesarios al homenaje y a la reflexión. Visión con sentido de integración de su medio urbano y rural; de reivindicación del hombre del campo, que no por usar poncho, sombrero y llanques es menos sucrense que el que nació y/o vive en la ciudad. Hoy podemos entender mejor como fue que diecinueve de los veintidós anexos del distrito de Sucre, han encontrado el espacio para nacer y crecer a tal punto que actualmente albergan más del 75 por ciento de su población. Hay poca distancia geográfica a la capital distrital; pero desgraciadamente una considerable distancia empática entre individuos.

- A SUCRE, CON VISIÓN DE FUTURO:

Pero como también creo que tengo derecho a soñar y se que muchas de las grandes obras de la humanidad se han originado porque alguien tuvo un sueño, anhelo y avizoro que estas líneas han de contribuir en algo para que las presentes y futuras generaciones de sucrenses, corrijan los errores de sus antepasados y miren a su distrito desde la óptica integracionista, imbuidos de esas ansias de superación que solo suelen surgir frente a las dificultades y a los grandes retos.

En forma especial insto a los pueblos de Calconga, La Quinuilla, San Juan de Tincat, Cruzconga, Vigaspampa, El Milagro, La Lechuga, San Francisco, La Florida, La Fortaleza, Muñuño, San Martín, El Porvenir, Cajén, Bellavista de Cajén, Santa Rosa, San Pedro, Uñigán, La Laguna, a adoptar una actitud colectiva de unidad, de identidad e integración con su distrito, ni el medio geográfico ni su altitud son obstáculos parta lograr esto. A las autoridades y Gobiernos Municipales debo recordarles que el distrito es uno solo, que no hay ciudadanos, pueblos o anexos de segunda o tercera categoría; y por lo tanto deben mirar siempre a las necesidades de los anexos del ámbito rural e invertir en su desarrollo. Hay que dar primero si se quiere recibir después, en la misma lógica de sembrar para esperanzarse en la cosecha.

Los negativos efectos de la globalización exigen que los pueblos se unan para sortearlos, un distrito grande sufrirá menos esos efectos que otro más pequeño. Hagamos todo lo necesario para que nuestros pueblos descarten de plano a las intenciones y posturas escicionistas o separatistas. La integración es una tarea que tiene que ver con el cambio de mentalidad y actitud de los individuos; con su rompimiento con paradigmas obsoletos y lastres del pasado, para dar paso a la adopción de una cultura de calidad que produzca familias más unidas y solidarias. Con las células de la sociedad descontaminadas y revitalizadas, los pueblos encontrarán el transitable camino hacia su desarrollo sostenido.

Autoridades, profesionales de las diversas especialidades, organizaciones socio culturales y comunales tienen la gran responsabilidad de orientarse en pos de estos objetivos.

Puede ser que subsistan y surjan algunas posiciones conservadoras o discrepantes, ese es su derecho perfectamente entendible; pues luego de varias décadas en las que se practicó y trasmitió una equivocada cultura que defino como de la soberbia urbana”, son comprensibles, pero a la vez nos permiten darnos cuenta de cuánto daño se ha hecho a muchísimos pueblos andinos. Esta realidad no se cambiará con una reflexión, hacen falta miles de reflexiones y decisiones para desarrollarnos humanamente y ser mejores. El centralismo provinciano, el racismo, la discriminación y la exclusión, desgraciadamente aún constituyen rémoras para la integración y progreso de los pueblos y el distrito de Sucre lamentablemente no ha quedado ni está exento de sus negativos alcances. Pero finalmente creo que hay oportunidad para las rectificaciones: Es tiempo de que los sucrenses templemos nuestro espíritu en la unión, sembremos ambiciones colectivas con ideas nuevas, para en adelante hacer las viejas y pendientes tareas.

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Notas:

(1). Esto explicaría el porqué existen Pueblos con nombres de terminaciones verbales similares a lo largo de esta antigua red de caminos incas: Cajén (Sucre), Tumbadén, Lladèn (San Miguel) y hasta Jaén. En Sucre: Sumbat (e), Tincat (e); en San Miguel: Quilcat (e); en Huasmìn: Salacat (e). Sin duda hubo interacción sociocultural entre sus antepasados

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