viernes, 4 de diciembre de 2009

Poesía: Onésimo Silva Reyna

El profesor Onésimo Silva Reyna nació en Sucre, egresado de la Universidad de Trujillo, su carrera de pedagogo lo desempeñó con ardorosa pasión por más de 50 años. Escribe poesía de hondo sentir Lírico. A varios de sus poemas les ha puesto música; la guitarra es otra de sus pasiones.

Ha escrito más de 200 poemas pero no los ha reunido en libro para su edición.

Es colaborador permanente de la Revista El Labrador. Ganó un premio en el concurso Literario orgnizado por la Asociación Celendina.


GÓLGOTAS INFINITOS



Tres siluetas se destacan allá en lo alto del calvario

tres condenados a muerte de la tarde a contraluz

trágico acento en el cielo la cumbre envuelta en sudario
flanqueando por dos ladrones Cristo clavado en la Cruz.

Turba implacable fermento de Judíos y Romanos

canalla ahijada del odio plebe de muerte sedienta
caterva de fariseos descreídos y paganos

consumado contra el hijo de Dios espantosa afrenta

Siete palabras se elevan de los moribundos labios

clamando el perdón divino hasta el instante final

borra su amor sacrosanto la cruel cadena de agravios
hasta que asciende el espíritu a la mansión celestial.

Tres interminables horas dura la augusta agonía

Padre en tí encomiendo mi alma, grita el redentor del mundo

del terror la lava ardiente innunda a la vil jauría

el calvario se extremese en estertor tremebundo


El Cristo sacramentado tiene abierto los costados

de los que fluyen sangrientos cien Cristos miles millones

que se esparcen por el orbe indefensos condenados
haciendo del drama humano innúmeras crucificciones.

Esos Cristos desgraciados son los pobres, los hambrientos,

los niños abandonados sin pan, sin amor, sin cielo

son los negros de allá, el África, descarnados, malisentos

los ancianos solitarios para quienes no hay consuelo.


Son los miles sin trabajo, los enfermos y los presos

condenados al olvido, la miseria y los engaños,

son las víctimas actuales de políticos aviesos

que dan forma a la injusticia desde los altos escaños.


Y ante la farsa siniestra y la brutal carcajada

de estos Cristos infinitos carece de eco la voz

para su sed de justicia sólo hay mueca despiadada
y su agonía es muy lenta ante los ojos de Dios.

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